36

Flores

Cuando abrió los ojos lo vio, inclinado levemente sobre él con una mano helada apoyada sobre su pecho como si sólo así pudiese cerciorarse de que respiraba, y se estremeció. Al percibir el movimiento, el hombre dirigió perezosamente la mirada hasta su rostro. Víctor reconoció los ojos, aquellos pedacitos de cielo que habían bailado ante sí en la delirante ensoñación que lo había arrebatado de los brazos de una muerte inminente.

–¿Estás bien? –la voz era la misma que habían transportado el viento y la nieve, cuyo sonido parecía despedazarse, envolviéndolo con una caricia dulce y fría.

–Sí… –Víctor, soñoliento y estupefacto, no supo responder otra cosa– Tengo frío.

El muchacho asintió con la cabeza, se levantó y salió de la estancia sin mediar palabra, lo cual contribuyó a aumentar la confusión de Víctor. Debió aprovechar aquel momento para averiguar dónde se encontraba, pero se limitó a mirarlo marcharse sin poder desviar la vista. Observó con detenimiento cada movimiento, en el más absoluto de los silencios, que pudo intuir bajo lo que se adivinaba como generosas capas de ropa.

Pese a haber descansado se notaba agotado y lento, sin saber discernir con exactitud lo que era real y lo que solamente lo parecía, pero el frío que sentía no lo animaba a dormir más. Se incorporó en la cama en la que había estado acostado y esperó con la vista fija en el hueco de la puerta a la vuelta de su escueto interlocutor, que regresó con una pesada manta que le colocó sobre los hombros con un gesto casi maternal. Se movía con gracilidad, como si nada pudiera resultarle un esfuerzo, de forma casi etérea.

Las preguntas deberían haberse agolpado en su mente y emergido atropelladamente por su boca, pero Víctor se limitó a fijar la vista en aquel hombre de edad incierta del cual no podía apartar los ojos. Todo en él le pareció perfecto: la piel blanca e impoluta, la voz suave y algo desgarrada, los movimientos fluidos y precisos, la curva de la caída del cabello escarchado sobre una oreja perfilada con maestría, el azul limpio y profundo de sus ojos… Supuso que aquella fascinación era producto de la extenuación a la que se había visto abocado tras su travesía por el hielo y se debía sobre todo al puro y simple hecho de que le había salvado la vida.

Su estómago, muy oportunamente, encontró el silencio muy apropiado para rugir con insistencia y el joven, de nuevo, se levantó del borde de la cama y se alejó.

–Te traeré algo de comer.

36

ERA MILLOR ESTIMAR-TE: 1, ABANS.

 

Abans, era millor:

els oceans eren blaus,

del nítid cian dels mapes.

Les carreteres, serps;

les estrelles, maragdes;

la teua boca, robí, sucosa

del sabor de les magranes.

Abans encara no patien

les mansions de tenir xacres;

i encara no era pecat

devorar la poma amb ganes.

Abans, era més blanc:

era millor estimar-te.

 

ERA MILLOR ESTIMAR-TE

35

Hogar

KAI: Me marcho.

PRÍNCIPE: Lo sé.

KAI: En realidad… En realidad quiero quedarme.

PRÍNCIPE: Te lamentas por algo inevitable.

KAI: Vete a la mierda.

PRÍNCIPE: ¿Qué…?

KAI:                  Eres todo tacto.

PRÍNCIPE: Sabes que… Disculpa. Deberías irte. Si te quedas será peor para ti.

KAI: ¿Porque eres tan irresistible que…?

PRÍNCIPE:                                       Porque te estás consumiendo.

KAI: Lo sé. Lo sé. Es culpa tuya. Lo sabes, ¿no?

PRÍNCIPE: ¿Eso no es… crueldad?

KAI: Sí. Pero es la ventaja de tratar contigo.

PRÍNCIPE: ¿Te hace sentir mejor?

KAI: Me hace sentir como una mierda, Ne.

PRÍNCIPE: Sin embargo, tienes razón.

KAI: No, no la tengo.

PRÍNCIPE: Sí es mi culpa.

KAI: No. No, en realidad tú eres el más inocente de todos. Yo sabía en lo que me metía y que llevaba las de perder. Y aun así…

PRÍNCIPE: ¿Por qué lo hiciste?

KAI: Supongo que pensaba que te podía cambiar.

PRÍNCIPE: ¿Eso habría sido bueno?

KAI: Sí, claro. Por supuesto que no. No lo sé, no creo que pensase en eso al principio.

PRÍNCIPE: ¿Entonces?

KAI: Entonces… Deberías saber ya que muchas veces el cuerpo hace primero y la cabeza piensa después.

PRÍNCIPE: Sería mejor que no fuese así.

KAI: Sin duda. Le quitaría encanto a la vida, pero sí, nos ahorraríamos problemas…

PRÍNCIPE: ¿Adónde vais?

KAI: No estoy seguro. A casa de unos familiares.

PRÍNCIPE: ¿Volverás?

KAI: No lo sé. No. No creo que vuelva. No sería prudente.

PRÍNCIPE: ¿Por qué?

KAI: Tú mismo has dicho que me estoy consumiendo, Ne. No puedo tenerte cerca.

PRÍNCIPE: Pero, ¿y el tiempo? ¿No lo curaba todo?

KAI: Sí, hasta la vida. Pero tú no vas a cambiar. Y yo… no lo sé. No podría soportar enamorarme una segunda vez de ti, la primera ya me está matando.

PRÍNCIPE: Nunca fue mi intención…

KAI:                                           No, no, no, ya lo sé. No es un reproche, ya te he dicho que no es culpa tuya. Es simplemente… Aah… daría lo que fuera ahora mismo para que pudieras…

PRÍNCIPE: ¿Sentir algo?

KAI: Lo siento.

PRÍNCIPE: Lo sé.

KAI: No, es… Lo siento, es una disculpa. Es… tengo que irme, Ne. Es mejor que me marche ya.

PRÍNCIPE: Espero que tengas una vida mejor allá donde vayas.

KAI: … gracias. Quisiera… ¿puedo pedirte una última cosa?

PRÍNCIPE: Sí.

KAI: ¿Me negarías un último beso?

PRÍNCIPE: Nunca te he negado nada. Pero…

KAI:                                                       Shhhh, prefiero quedarme con un buen sabor de boca.

Robert Mapplethorpe, Kiss

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VENEDORS AMBULANTS (I ALTRES DELÍCIES DEL SUBURBI)

vendedores ambulantes

Venc finals. Els tinc de tots els colors: desgastats, amargants, totalment equivocats. Prejudiciosos, conseqüents, decisius. Venc finals, un per un, i els venc en una acurada edició de luxe, tancats en bosseta per a congelats i decorats amb una cinteta de ras de color roig (roig sang, per als que els càpiguen dubtes).

Venc finals per a desesperades, per a antics amors, per a antics somriures. Finals per a aquells que mai van saber dir adéu, i per a les coquetes de vàcua mirada. Finals de tinta falsa, d’eixa que torna a aparéixer al pas dels anys. Finals per als que no els agraden els finals, per als que han vist massa besos d’estació, per als que no volen fugir més. Per als que fugen i busquen trobar-se a ells mateixos.

Venc finals astuts, desmanyotats, dolorosos. Finals que et perseguiran tota la vida, finals que no saps perquè van arribar, finals que fan plorar de veure’ls. Tots suaus, o escarpats, o irritants de pell i pupil·les. De cabells. Finals que et mengen les ungles, finals que et furten el riure. Finals que no són finals, sinó coses deixades a mitges. Finals inexplicables. Finals que et fan mal. Finals del propi error.

Per últim, tinc la secció de finals per un euro, eixos que no importa endur-se’n. Venen en un paquetet de paper de regal; alguns, inclús enrotllats en un paper de kebap (enteneu-ho, total per un euro…). Tots fets a mà, a manassa. I monte ací la parada, senyors, perquè amb el pes de tants finals no puc caminar més.

34

Flores

El rumor, posteriormente confirmado, se extendió por la población en cuestión de horas. Juzgándolo un don extraordinario, a sus dieciséis años el adolescente con aspecto de niño fue nombrado salvaguarda de la ley en una votación popular que sorprendió a la familia. Quienes consideraron que tal don provenía de la gracia de un ser superior, convirtiendo a su vez también al adolescente en un ser superior, comenzaron a dirigirse a él como Príncipe. A la pregunta del niño por tal denominación, en vez de Rey, la respuesta le resultó absurda: ¿qué clase de rey no tiene una reina? Él les preguntó por qué no podía un rey tener a otro rey.

La ausencia de sentimientos que lo caracterizaba lo había convertido en un ser absolutamente parcial, justo. Por ello, con el paso del tiempo fue acaparando poderes ajenos a los asuntos legales que le habían sido otorgados. Aceptó los cargos de regidor, juez, consejero… Por sus padres. Durante años había sido consciente de que todo aquello que ellos sentían por él, él no era capaz de devolvérselo; y forzaba todo su intelecto intentando sentirse al menos culpable, pero no había nada en su interior. Él lo había sabido antes de que la bruja introdujese sus ardientes manos en su pecho y palpase el inmenso vacío que lo devoraba.

Sus padres le habían dado la vida, lo habían criado, educado y le habían dado todo lo que habían podido y lo poco que había necesitado. A él le pareció lo más lógico hacer todo aquello de lo que fuese capaz para provocarles la satisfacción que su ausencia de amor no podía darles. Sacrificio a cambio de sacrificio. De todos modos, todos aquellos trabajos no le suponían mayor esfuerzo.

Años después, una madrugada excepcionalmente lluviosa, su madre se resbaló en la calle cuando volvía con su padre de la boda de uno de los compañeros del colegio de su hijo. Su cabeza impactó con los adoquines del suelo y se impregnó de un rojo espeso que se diluía al contacto con el agua. Semanas después, el padre se dejó desaparecer en el río.

 

–No –Cian atajó con la mano a Víctor, que había hecho un amago de levantarse–. Déjame terminar primero –pidió con un hilo de voz, sin levantar la vista del plato a medio comer, que se había quedado frío.

03

34

SIRENA

sirena

Sempre es dutxava seguint el mateix ritual. Suaument. Començava pels pits generosos, sostenint-los sobre les seues mans, per dalt, per baix, fent cercles entorn a l’aureola. Primer l’esquerre, després el dret. Sempre, sempre igual. La cara, la panxa, els braços. La difícil i inexpugnable esquena, estirant bé les puntes dels dits per arribar-hi amb les vores de l’esponja. Les cuixes, els genolls, els turmells tatuats, les engonals. Els malucs rodons i perfectes, tan desitjables, tan suavetes. Els voltants del sexe. El dret i dolorós sexe amb el seu cabet, la seua pell, que llavava curosament. Els testicles, tots rasurats. El perineu.

Sempre s’acabava excitant, i solia masturbar-se en eixe punt, mentre deixava actuar el suavitzant en la seua mitja melena pèl-roja. No li agradava, perquè eixa no era la manera en què es masturbava una dona. Aquelles xiques tan morenes i perfectes, convulsionant de plaer al contacte d’un doll d’aigua. Tan pures, tan pures. Tan distintes a eixe híbrid que mai deixaria de ser. Llavors es llavava fortament la palma de les mans, els testicles, el penis, quasi amb violència. Amb ganes d’esborrar el passat. De que per fi fóra un clítoris, i ella puguera tindre fills, i ningú recordara mai que quan era un xiquet, es deia Marc i plorava per les nits somiant amb el seu príncep blau.

33

ELS DISSABTES, LES PROSTITUTES MATINEN MOLT PER A ESTAR DISPOSADES.

 

Enfront de ma casa viu una puta. És una dona jove i mulata, de carns lluentes i rodones, que viu a soles i rep als clients en sa pròpia casa. Li agrada matinar –a la manera en què matinen les putes, és a dir, a les 11 o 12 del matí els dies que més prompte- i obrir les cortines per a que la llum indirecta del dia que arriba als finestrals del segon pis d’un carreró de barri pobre inunde la seua sala d’estar, tan llunyana de aquelles sales mal pintades de la casa de poble on tota la seua família s’arremolinava per fer-se amb un tros de iuca que la iaia fregia de bon matí.

La veig estirar-se, ensenyant les cuixes desgastades, entre el seu pijama blanc i lleuger que deixa els pits lliures i les cames mostrant la pròpia lluentor primària, un parell de pisos baix del meu, davant la finestra que deixa oberta com a reclam de clients. Sempre el mateix: s’arreplega els rínxols en una cua, dalt del cap, neteja tot allò que ha quedat escampat de la nit anterior i, mentre es cou l’arròs i es fregeix el plàtan que acostuma a desdejunar, trau la caixa dels retrats i els neteja, un a un, la pols amb un drap que després subjecta amb les cuixes –les rodones i cotitzades cames- amb tal de tindre les mans lliures per a col·locar-los, amb un curós ordre genealògic, en la tauleta que hi ha baix de la finestra, on romandran fins que a això de mitja vesprada, quan els homes casats logren escapar-se i els solters s’avorrisquen de buscar sense èxit alguna cosa interessant a la tele, comencen a vindre a veure-la ballar les mateixes mans que ara col·loquen a la iaia al centre, al tiet José Antonio, a la cosina Altagracia, als bessons Julio César i Ramona, i a la senyora Francisca, una dona que s’està construint amb els diners que li envia una preciosa caseta vora el mar per a retirar-se a la jubilació amb la seua filla, periodista en Espanya, figure’s vosté quin orgull per a una mare.

33

Flowers

 “I would love to fuck you, will you let me?” he whispers in my ear, caressing me with his broken and fluid voice from which I drink like a hungry baby.

But it is not a question. It is in its origin: he is asking me, but when it reaches me it is not anymore; I only hear a desire, a longing that I know not if it is his or mine anymore. And he does not wait for an answer, why would he?, he already knows it, of course he knows it, it cannot be more obvious. Every single fibre in me, every pore from my skin writhes, impulses me against him and screams yes, of course yes, fuck me, disappear inside me and make me disappear with you.

He undoes the only button in his excessively antiquated underwear and he does not need his hands to get rid of it. No, he just gently swings his hips, slowly, like all of his movements, as if elegance fought with languor and made him into a simple continuum of seduction. He moves his hips while he moves his hands all over me and the fabric slides along his perfectly sculpted legs.

I know I am going to lose control, I feel it escaping from me like a handful of sand between my fingers, and I try to fight against it, to resist, because when the moment comes I will no longer be responsible of my actions and I will submit myself to his desires because they are the same as mine. I do not want to be a puppet, I need not to lose control. Once I have lost it I will be completely his, but he will not be mine, not fully. I barely know if he is it even a little.

His tongue tangles over my body opening trails of fire on its way; I melt and I feel myself starting to disappear when he glides it along my penis. I cannot help moaning, and with every moan it escapes from me a shred of my limited self-control. I get tense, or loose. Or…

I want to be able to think with clarity, but I palpitate inside his mouth and his moans blend with mine like a chorus that rises on the same rhythm and the echo of which jumps on the high ceilings of the room. But he retires in the middle of the way, not having gotten close to letting me finish, and I am thankful for it because I want to make this moment last, shape it in my hands and savour it.

The Prince separates my legs and places himself between them, he bends over me and licks my lips with the tip of his tongue.

“Yes…”

33

Flores

–Me encantaría follarte, ¿me dejas? –me lo susurra al oído, acariciándome con su voz rota y fluida y de la cual bebo como un bebé hambriento.

Pero no es una pregunta. En origen sí lo es: me está preguntando, pero cuando llega a mí ya ha dejado de serlo; yo sólo oigo un deseo, un anhelo que ya no sé si es suyo o mío. Y no espera una respuesta, ¿por qué habría de hacerlo?, ya la sabe, desde luego que la sabe, no puede ser más obvia. Cada fibra en mí, cada poro de mi piel se retuerce, me impulsa hacia él y le grita que sí, por supuesto que sí, fóllame, desaparece dentro de mí y hazme desaparecer contigo.

Se desabrocha el único botón de su ropa interior excesivamente anticuada y no necesita las manos para deprenderse de ella. No, se limita a balancear las caderas con suavidad, con lentitud, como todos sus movimientos, como si la elegancia luchase con la languidez y lo convirtiese en un simple continuum de seducción. Mueve las caderas mientras mueve las manos sobre mí y la tela se desliza sobre sus piernas perfectamente esculpidas.

Sé que voy a perder el control, lo noto escapar de mí como un puñado de arena entre los dedos, e intento luchar contra ello, resistirme, porque en cuanto llegue el momento dejaré de ser responsable de mis actos y me someteré a sus deseos porque son los mismos que los míos. No quiero ser una marioneta, necesito no perder el control. Una vez que lo pierda seré completamente suyo, pero él no será mío, no del todo. Ni siquiera sé si lo es un poco.

Su lengua se enreda sobre mi cuerpo abriendo senderos de fuego a su paso; me deshago y me noto comenzar a desaparecer cuando la desliza a lo largo de mi pene. No puedo evitar gemir, y con cada gemido escapa de mí un pedazo de mi reducido autocontrol. Me tenso, o me destenso. O…

Quiero poder pensar con claridad, pero palpito dentro de su boca y sus gemidos se mezclan con los míos como un coro que se eleva al mismo compás y cuyo eco da saltos por los altos techos de la estancia. Pero se retira a mitad del camino, sin acercarse a dejarme terminar, y lo agradezco porque quiero alargar este momento, malearlo entre las manos y saborearlo.

El Príncipe me separa las piernas y se coloca entre ellas, se inclina sobre mí y me lame los labios con la punta de la lengua.

–Sí…

32

AMIGA

 

Per a amagar-te al silenci

les foses de l’esperança,

tinc, amor, entre els llavis

entravessada una llança:

milers de boques trempades

que t’imaginen amb gana,

flor de card que, traïdora,

s’escola en la gola i l’arrapa.

Riu de saliva estèril,

calfred de la matinada,

perla del mut que, un dia,

pregonarà el que calla.

Llenç estel·lar de l’esquena,

dit que no toca i ràbia;

paraula que, per desitjosa,

gemega, de desesperada.

Per a amagar-te al silenci

el que ja no té mordassa,

tinc, al caliu del pit, solcs

amb la llavor socarrada.

Que vingueres, dits de pluja,

a fimbrar-me i avivar-la

demane, amant cautelosa,

covard i emmascarada.

Per a amagar-te al silenci

despertes, i es trenca la màgia:

em dius “amiga” i torna

el gebre a atordir-m’hi la flama.