11

Mientras descendía por la ladera, Francesc comenzó a pensar con más claridad. Eran él y la oscuridad, como ciegos amantes intentando verse el uno al otro, palpándose los cuerpos como animales perdidos. Los latidos de su corazón eran lo único que podía oír, rápidos como los de un caballo en pleno trote, como queriendo salir de su pecho de un momento a otro.

Por primera vez en mucho tiempo, se concentró en apreciar la simple e indiscutible verdad por el silencio, tan enorme y claro en aquella larga noche. Allí, entre rocas y vegetación, aquel silencio se le entregó totalmente, envolviéndole con un mudo abrazo. Se le abrieron los oídos a todos esos otros sonidos misteriosos cuya existencia siempre había desconocido.

Aquellos eran sonidos escondidos en lo más profundo de su ser, atrapados entre latido y latido de su corazón, o simplemente ocultos tras el gutural sonido producido por su saliva al tragar. La mayoría de aquellos sonidos eran prácticamente inaudibles, fácilmente ahogados por el rumor de su estómago en las largas horas de ayuno, o el chirriar de sus dientes en momentos de extenuante esfuerzo físico.

Ruidos que habitaban los más oscuros y profundos rincones de su cuerpo, y que ahora por fin alcanzaba a distinguir. Fue sólo en aquel momento, concentrado en esas débiles ondas y vibraciones que acariciaban sus oídos, que finalmente fue capaz de oírla; tenía la voz más hermosa que jamás antes había oído.

“Prefiero no decirte mi nombre”, dijo aquella voz femenina, salida de la nada. “Tengo miedo de que todo lo que acaba de empezar pueda desaparecer en el momento en que lo haga. Lo he visto suceder muchas veces antes”

Francesc no comprendió entonces el porqué de aquella precaución. Nunca acabaría de comprenderlo. Años más tarde, sin embargo, en su lecho de muerte, Francesc confesó que aquel día, se había entregado en cuerpo y alma a la dueña de aquella misteriosa voz. Jamás volvió a pensar en nadie más. Se prometió a sí mismo que la amaría para siempre en silencio. Y eso hizo. Dedicó el resto de sus días a servir a una mujer a la que nunca podría ver.

Allí, entre rocas y vegetación, aquella bella chica también se le entregó totalmente, en silencio, envolviéndole con un mudo abrazo.

Día internacional de la poesia catalana en internet

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Ésser en el món fue la primera obra publicada por Manuel de Pedrolo, en el año 1949. Celebramos los primeros 50 posts de nuestro proyecto Temps Obert v 11.1 con el primer fragmento de este poemario, coincidiendo también con que este pasado día 17 de Marzo fue el día internacional de la poesía catalana en internet. Cada día de esta semana, publicamos una traducción de este poema en una de las diferentes lenguas de nuestro proyecto.

Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate!

DANTE: Inferno

Every poem an epitaph. And any action

is a step to the block, to the fire, down the sea’s throat

or to an illegible stone: and that is where we start.

T.S. ELIOT: Little Gidding

SABEMOS como las remotas, ariscas raíces,

son hoy la sombra que nos une,

son el lloro que nos envenena,

lentamente, secreta…

 

Somos nosotros y el amor,

el denso amor de nuestro sueño,

nada más que esto,

como quien despliega las alas y se confía,

plenamente y en silencio,

en la hora que duda, se alarga y se aleja,

irrefutable.

 

Somos ávidos, miembros carnívoros,

amarga fauna de apetencias

que se devora y aniña:

los instantes como largos siglos sin savia

irrumpiendo: ¡el último delirio!

 

Serán en vano todos los besos, querida:

los labios sienten el delito de las horas y se van;

y vanos serán los tactos:

la carne es el líquido que nos rehúsa.

Y el amor así, está tan desnudo,

que el sol se niega – y la sombra se propasa.

 

 

Manuel de Pedrolo. Barcelona y Tàrrega, 1948.

10

Las manos enlazadas, las mentes unidas con infinitos hilos invisibles. Caminábamos, al borde del foso que tanto nos había costado cavar, con la vista perdida en algún punto al otro lado, los cuerpos cansados, y el tiempo congelado en un momento irreal.

Para algunos, el fuego lo había cambiado todo; sus llamas habían guiado a millones por caminos entrelazados en los que antaño tantos otros se habían perdido. De la simplicidad de una simple decisión se había pasado a un radical cambio de las reglas del juego. Las opciones a elegir, que en un tiempo se habían limitado a ser diferentes versiones de un mismo discurso, repetitivo y obsoleto, eran ahora demasiadas, tantas como la imaginación pudiera crear.

Es irónico pensar como la simple noción de contar con tantas opciones diferentes puede llegar a adquirir una dimensión inesperada, incluso terrorífica. De nada sirven tantos caminos, tantas alternativas, si lo que falta es una dirección clara a seguir. Nos vendieron las nuevas tecnologías y las redes sociales como un aliado a nuestra justa causa, un portal a través del que mostrar nuestras ideas, nuestros objetivos.

Nos engañaron desde el principio.

Engañaron a siete millones y medio de almas, perdidas en la misma red que les conectaba, generando mil ideas inconexas cada minuto. Nos dejaron jugar a tener el control del mundo gracias a esa red, a rozar con los dedos la falsa ilusión de tener toda la sabiduría del planeta a sólo un clic de distancia.

Pero no dejaba de ser una ilusión. El exceso de información no sólo lo pagamos con una inevitable falta de veracidad, sino con una extrema especialización mediática que acabó repartiéndonos la verdad en trozos tan pequeños, tan insignificantes, que llegaron a rozar la mentira. Al dirigir los ojos al eléctrico resplandor de nuestras nuevas pantallas, disponibles de pronto en incontables tamaños, le dimos la espada a la verdad. Nos habían puesto tantos árboles frente a los ojos que resultaba imposible distinguir el bosque.

Fue entonces cuando llegó Francesc, y susurrándonos al oído, nos prometió enseñarnos la verdad. Uno a uno.

9

Su voz se quiebra al hablar. Sale de su boca en un fino hilillo, casi inaudible, y muchos de los asistentes al juicio inclinan sus cabezas a un lado y arrugan las frentes, iniciando el tantas veces repetido acto de simular atención. Es curioso como el inconsciente nos impulsa a estúpidos gestos como éste, haciéndonos creer que la posición de nuestras cabezas, o el número de arrugas en nuestro ceño, puede alterar mínimamente nuestra capacidad auditiva.

A veces olvidamos que lo más importante es querer escuchar lo que alguien quiere decirnos…

Por suerte, existen algunas preciosas ocasiones en las que la naturaleza del mensaje es tan clara, tan simple, tan justa, que su calidad sonora carece de importancia; el poder de las palabras pronunciadas, que no entiende de volúmenes, tonos, ni texturas, atraviesa todas esas barreras en la comunicación y se convierte en un modo oculto de poesía, una dulce e incuestionable canción de cuna para adultos.

Y esta tarde es sin duda una de esas ocasiones. La voz de un hombre de casi noventa años, sentado en el banquillo, comienza a pronunciar palabras que nadie en la audiencia quiere oír:

Nunca sabremos como habrían ido las cosas si la situación hubiera sido distinta, pero ahora ya es demasiado tarde para eso. Se nos echa la culpa de mucho de lo que pasó en aquellos días… De hecho, se nos echa la culpa de todo lo que pasó. Incluso hemos tenido que aguantar como algunos interpretaron nuestras acciones como un atentado a la estabilidad Europea, simplemente por la proximidad en el tiempo al conflicto en Crimea. Nos culpan de ser uno de los detonantes de la tercera guerra mundial… Algo que todavía hoy me parece increíble. 

El anciano hace una pequeña pausa para beber, el temblor de sus manos hace derramarse un poco de agua sobre el roble de la estrada.

Y luego está el tema del incendio. He escuchado que algunos políticos lo consideran un acto de brujería, algo que solo el demonio pudo haber provocado. En el siglo veintiuno, acogiéndose a la brujería. Durante años hemos demostrado que no hubo ninguna víctima mortal aquel nueve de noviembre. Hemos presentado pruebas, censos, documentación legal, firmas de ciudadanos que la prensa consideraba desaparecidos, e incluso declaraciones ante notario de supervivientes. Quieren que paguemos por todos los recursos empleados en las tareas de rescate, cuando esos recursos nunca llegaron a alcanzar nuestra tierra. Nos acusan de haber provocado lo que ellos llaman una catástrofe, cuando para nosotros fue un momento crucial para nuestra historia.

El anciano vuelve a hacer una pausa, pero esta vez no bebe agua, sólo mira a la audiencia durante un largo minuto de silencio. Algunos le devuelven miradas incómodas, otros bajan la vista.

No hubo incendio alguno, señores. No hubo fuego en ningún otro lugar que en sus retorcidas mentes. Lo único que hubo fue pasión por una idea, una ilusión incontrolable por alcanzar la libertad. Pero como en todo sistema totalitario que se preste, algunas ideas resultan demasiado peligrosas, incluso incendiarias.

¡Silencio! Grita el juez. El leve embrujo provocado por las primeras palabras del anciano parece haberse roto de pronto. ¡Llévense al acusado!

En a penas unos segundos, sin que se altere el silencio en la sala, dos agentes se acercan a la estrada y se llevan esposado a Francesc Bastida.

8

Todos huimos de  algo.

Miramos atrás constantemente, deseando descubrir a nuestros perseguidores escondidos en alguna esquina, acechando, preparados para atraparnos en cualquier momento. Pero nunca vemos a nadie.

Y aun así, seguimos huyendo.

Corremos con el anhelo de dejar atrás algo de lo que inevitablemente nunca podremos desprendernos, un algo que ya es más nuestro que ajeno, más familiar que extraño. Algo que nunca podremos aceptar.

Con un pequeño salto, Eva alcanza el primer peldaño metálico del tractor de su tío Jaume. No le cuesta nada trepar hasta la cabina y sentarse en el sillín de cuero acolchado, que apenas se mueve al acoger el liviano peso de la niña. Recuerda la última vez que su tío se había sentado en aquel sillín, la tarde anterior, y como una multitud de graciosos chirridos salían del sillín cuando su tío, exagerando sus gestos, colocaba su trasero en el cuero para ponerse cómodo.

La cabina desprende el mismo olor familiar de cada tarde, aceite, tierra y gasóleo. Pero falta el calor de su tío, su sonrisa, sus chistes. Y sobretodo, el abrazo de su brazo izquierdo que le hacía cosquillas mientras con el derecho conducía hábilmente el tractor. Pero su tío Jaume ya no está; se ha convertido en una de las muchas otras cosas que ya no están. Su casa, la granja, el azul del cielo, la sonrisa de su tío, el piar de los pájaros, el rumor del riachuelo. Ya no queda nada. Eva no entiende nada.

Mientras enciende el motor del tractor como tantas otras veces lo ha hecho su tío, el pitido en sus oídos se hace más intenso. No puede oír los ahogados intentos de arrancar del tractor, ni el final zumbido que le indica que la vieja máquina está en marcha. Sin embargo, nota como el potente motor sacude la estructura de la bestia roja, y manipula los mandos con casi la misma habilidad de su tío, una habilidad adquirida tras verle repetir tantas veces el mismo ritual: lo podría hacer con los ojos cerrados.

Mientras endereza el tractor para sacarlo del garaje, Eva no quiere mirar hacia atrás. Respira hondo, y descubre que por encima el olor del aceite, la tierra y el gasóleo, impera ahora el olor del humo, mezclado con otro olor que nunca antes había olido. Un olor llegado del cielo, acompañado de un extraño silbido.

El último sonido del mundo que Eva escuchará.

7

Hubo un tiempo en el que vivíamos alimentados por todos aquellos fuegos, dejándonos consumir por las bellas criaturas que domaban las llamas, seres inalcanzables que jugaban a quebrar nuestros cuerpos de papel. Las noches eran largas, los días insignificantes, pero no era el tiempo lo que importaba entonces. El tiempo sólo significaba horas que no se podían desperdiciar y momentos que los que acordarse para siempre. A golpes de pala trabajábamos día y noche, imparables, las llamas secando el sudor de tantos de nosotros.

Cuando pienso en lo que hacía antes del Segon Origen me cuesta incluso creerlo; parece tan sólo un recuerdo conservado por otra persona. Cavar era muy distinto a dar misa. Mi cuerpo enclenque, desentrenado tras años de un trabajo tan sedentario, no parecía estar preparada para cavar durante horas: nadie parecía estar preparado para algo así, pero todos lo estuvimos.

Trabajábamos en silencio, nadie hablaba; era un gasto inútil de energía cuando aun quedaba tanto por hacer. Una sonrisa o un gesto bastaban. Éramos millones, situados uno tras otro en una fila que se prolongaba hasta mucho más lejos de donde nos alcanzaba la vista. Y todos cavábamos día y noche, sin descanso.

Y aquellos seres, dolorosamente bellos, danzaban junto a las llamas para mantenerlas encendidas. Y nos sonreían, con rostros tan hermosos que encendían nuestras almas con cada gesto. Y el fuego, valiente, nunca había ardido con tanta intensidad. Fueron cinco días en los que nuestra tierra no existió, en las que nuestros antiguos calendarios dejaron de tener sentido alguno. Una nueva era abría sus puertas; Francesc la llamó TT1.

También él fue el que nos dijo lo que en el fondo todos ya sabíamos pero no nos atrevíamos a imaginar: las cosas iban a cambiar. Habían empezado a cambiar aquel último nueve de noviembre del antiguo y ya olvidado calendario, y nos sorprendió que el cambio llegara de aquella forma: el fuego. Recuerdo que aquel día, mientras recogía los últimos objetos utilizados en la que sería mi última misa, sentí algo que nunca antes había sentido. Todas y cada una de las personas con las que he hablado de ese momento experimentaron la misma sensación. En otros lugares, en medio de otras situaciones, pero siempre la misma inconfundible sensación.

Nos sentimos libres.

Recuerdo también como al caminar hacia el enorme pórtico del monasterio, las llamas ya se asomaban por las grandes ventanas. Lo devoraban todo.

Entonces respiré hondo y di los últimos y pesados pasos hacia el final.

6

El incendio en Cataluña dispara la alerta en Europa

EFE / Fraga (Huesca) / día 9/11/2014  00:40h

El Gobierno afirma haber perdido el contacto con La Generalitat

REUTERS

El incendio se extiende por  la comunidad catalana y está completamente fuera de control

El incendio que se declaró anoche en Barcelona, extendiéndose rápidamente por toda la comunidad en cuestión de horas, ha pasado a ser el peor desastre de estas características en la historia, superando con creces a otros grandes incendios históricos como el de San Francisco en 1906, Chicago en 1871, o Londres en 1666. El incendio catalán, que ha alcanzado proporciones descomunales y aislado completamente a la población, amenaza con afectar también a zonas fuera del principado.

Es tal la magnitud del desastre, que únicamente se han podido capturar imágenes del fuego desde tierra, siempre a cierta distancia de las llamas. El tráfico aéreo ha sido cerrado después de que dos hidroaviones y cinco helicópteros de rescate se dieran por perdidos sobre la una y cuarto de la madrugada. La gravedad de la situación se puede adivinar cuando se tiene en cuenta que toda comunicación entre el principado y el resto de la península se interrumpió aproximadamente a las 00:30 horas de esta noche, apenas treinta minutos después de que se iniciara el primer y principal foco en Barcelona. Estos datos se han estimado a partir de la actividad de la red social Twitter, que contempló la súbita aparición de trending topics relacionados con el incendio a partir de media noche, y que ha dejado de emitir nuevos tweets desde las 00:29.

“No sabemos nada de lo que está pasando ahí dentro” Afirmó el ministro de defensa en una rueda de prensa de emergencia convocada en Madrid a las 2:15 horas de esta madrugada. “Nuestros intentos de contactar con algún miembro de la Generalitat han sido en vano” Aparentemente, las líneas de teléfono de toda la zona también han dejado de funcionar.

La reacción internacional ha sido inmediata, con equipos de rescate enviados por Agencia de Defensa Europea apenas una hora después de que saltaran todas las alarmas. Desafortunadamente, todos los intentos de extender el fuego han sido en vano. Como afirmó hace apenas dos horas la representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Catherine Ashton, la enorme nube de humo que se alza sobre el incendio convierte cualquier intento de acercarse a la zona en un acto suicida.

El incendio llega en un momento clave para las negociaciones políticas entre el principado y el gobierno central, ya que hoy mismo estaba previsto que se celebrase un polémico referéndum de autodeterminación en Cataluña. Pese a las continuas afirmaciones por parte del Gobierno de Rajoy insistiendo en la ilegalidad del referéndum, las últimas palabras del presidente de la Generalitat, Artur Mas, durante la tarde de ayer, prometían aún más desavenencias entre ambos bandos. No hace falta decir que estas negociaciones se han interrumpido de una manera abrupta tras conocerse la noticia.

5

Primero le saluda el alba, transformando la tímida luz de la luna en un interminable juego de brillos y sombras, claros y oscuros. Le trae al sol, hirviendo a lo lejos, acariciando su piel desnuda, blanca y desconocida.

Segundo el cielo, empujando a las nubes, acercándolas poco a poco como el humo de un gigantesco incendio, abrazándolo todo; roca y tierra, ladrillo y cristal.

Tercero el rumor familiar de hojas vibrando, del despertar de todas las criaturas bajo el manto azul, seguidoras del astro dorado.

Cuarto el dolor.

Quinto el miedo.

Sexto el rumor extraño de una nueva amenaza; su funesta llegada confirmada, su avance lento, definitivo e imparable.

Séptima la hora muerta, el olor del azufre, el tinte prematuro del cielo, el rojo imposible. Las nubes del luto, negras como almas; el retorno de la noche eterna.

Y por último la noche, la elegante dama que demora su llegada hasta el último momento, le acoge en sus oscuros brazos y funde nube y cielo en un sólo tono. La dama, fría como el hielo, alza el telón final ante los ojos de Francesc.

No ha abierto los ojos desde hace horas. Desde la roca en la que está sentado, en la cima de Sant Jeroni, un simple recorrido con la vista le habría mostrado la magnitud de lo ocurrido. Pero no necesita mirar para saber lo que ocurre a su alrededor. Siente como el virus se extiende a kilómetros de distancia; sabe que no puede pararlo.

Barcelona arde.

El resplandor de las llamas puede verse desde cientos de kilómetros, sirviendo de faro a los cientos de aparatos que sobrevuelan la ciudad condal. Han sido enviados para intentar apaciguar el fuego que consume los más de cien kilómetros cuadrados de superficie que ocupa el incendio, pero Francesc sabe que no va a servir de nada.

Porque el fuego que derrite el asfalto de la Avenida Diagonal, el que retuerce las ramas de los plátanos de sombra en las Ramblas, no es un fuego controlable. Al abrir los ojos, Francesc puede ver como muchos otros focos comienzan a arder en otros puntos; Girona, Lleida y Reus son las primeras en iluminar el cielo de tonos anaranjados. En poco más de unas horas, los focos se extienden hasta tocarse.

Cataluña arde.

Francesc sabe que falta muy poco; su momento casi ha llegado. Mientras las llamas avanzan rápidamente hacia él, vuelve a cerrar los ojos y sigue esperando.

4

Amb serra d’or els angelets serraren
eixos turons per fer-vos un palau (…)

Jacint Verdaguer, 1880

Francesc despierta de nuevo en la penumbra de aquel cuarto, su cuerpo aún entumecido por el dolor. Siente crujir sus huesos al incorporarse, y de pronto la sensación le resulta familiar. No sabe si es ese crujido sordo, o la sensación que tiene al notar como cada hueso encaja en su sitio, pero mientras termina de levantarse y comienza a caminar por la habitación, sabe que hay algo extrañamente conocido en todas esas sensaciones.

Descubre que ha llegado a uno de los extremos de la habitación cuando sus manos, extendidas frente a él, golpean la fría superficie de la pared. Palpando en la oscuridad, sus dedos adivinan un cambio en la pared que debe ser una puerta de madera. Francesc se toma su tiempo y apoya su rostro en ella, sintiendo la textura del roble en su piel. Aún le parece distinguir el olor del barniz, tan diferente del resto de olores estancos en la habitación.

Al empujar la gran puerta la luz le ciega durante unos instantes, y una dulce brisa acaricia primero su rostro, y se enrosca por sus extremidades desnudas, haciéndole sentir un agradable escalofrío. Un escalofrío que le recuerda de nuevo que está vivo. De pronto siente la urgencia de salir al exterior, y comienza a caminar cada vez más rápido, a medida que su vista se adapta al brillo del día. Sus piernas entumecidas vuelven a funcionar de nuevo, y puede sentir su fuerza al subir los escalones que le conducen a una gran plaza circular.

Ahora sabe donde está, aunque nunca antes ha visitado el lugar. Los recuerdos vienen a su mente, en blanco y negro, y  al mismo tiempo descubre por qué el crujir de sus huesos le resultaba tan familiar. Recuerda que ese ruido es el mismo ruido que hacían las piezas de un puzle recién comprado al encajar. Un puzle que le regalaron por su cumpleaños cuando no era más que un crío. Sonríe al recordar el olor del cartón, la textura y forma de cada pieza, y sobretodo, la ilustración en la caja de cartón, con la inscripción “Monasteri de Montserrat” en letras negras. Al mirar a su alrededor, se da cuenta de que reconoce cada centímetro de la fachada del imponente edificio frente al que se encuentra.

Hace años jugó una y otra vez a reconstruir pieza a pieza esa fachada, memorizando fragmentos en blanco y negro que ahora redescubre teñidos de tonos dorados. De niño siempre había soñado con visitar ese lugar.  Ahora, sintiéndose infinitamente pequeño frente a la increíble estructura de piedra, flotando de una forma mágica entre rocas y nubes, no puede evitar preguntarse si todavía está soñando.

3

Setenta y ocho años son demasiados años para estar esperando; es casi toda una vida, una de esas vidas que algunos tuvieron la suerte o desgracia de vivir. ¿Quién sabe? Quizá ni siquiera me hubiera gustado vivirla. Si todo hubiera sido distinto… Podría incluso haber acabado siendo uno de ellos. Lo he visto ocurrir en cientos de versiones de mi vida; en muchas de ellas aún soy la víctima, pero en otras juego a ser lo contrario. Es mejor no pensarlo… el tiempo pasa mucho más despacio cuando piensas, y al fin y al cabo, siempre hay tantas cosas en las que pensar, tantas posibilidades, tantas opciones… Envidio tanto a quienes dicen que las oportunidades no existen… No entienden nada… No comprenden que el problema con las oportunidades es que son infinitas, demasiado infinitas diría yo…

“No puedes decir que algo es demasiado infinito, ya que el infinito no puede acotarse” Dice una voz familiar y a la vez desconocida, arrogante y tímida; es la voz que lleva esperando durante todos estos años, la voz que lo despierta, la voz que le devuelve su cuerpo.

Y justo después llega un golpe brutal que le recuerda lo que duele vivir, un cruel eco del siglo pasado. Francesc sabía que ese momento tenía que llegar algún día, y aunque lleva años preparándose, el dolor que siente lo coge por sorpresa. No imaginaba que un solo cuerpo pudiera llegar a sentir tanto dolor, el dolor que millones de personas han acumulado durante todos esos años, no vividos, malgastados.

Y sabe que recordar va a ser aún más duro.

Y lo es. Por que todos esos millones de personas también recuerdan, y él recuerda con ellos. Recuerda cada minuto, cada segundo de todas esas vidas rotas. Los recuerdos son tan nítidos que le parece haber vivido cada uno de ellos. No lleva ni unos segundos despierto cuando ese dolor inmenso le hace perder el conocimiento de nuevo.

Es entonces cuando la propietaria de la voz que ha despertado a Francesc se acerca a su cuerpo inerte. Ella ya sabía que eso iba a ocurrir; nadie aguanta tanto dolor la primera vez. También sabe que tendrá que volver a las sombras de aquella habitación antes de que el chico se despierte. Sabe que Francesc no está preparado para el insoportable dolor que su belleza le provocaría. Por que Eva es terriblemente bella, tan bella que Francesc no podrá mirarla nunca.

“Ya te dije que nada podía ser demasiado infinito” Su voz se aleja, lentamente, perdiéndose junto al eco de sus pasos.