Hielo
La tormenta cedía a cada uno de sus pasos conforme avanzaba por la nieve. Resbaló en más de una ocasión porque apenas recordaba el sustrato terroso que subyacía bajo las innumerables capas de hielo que habían cubierto aquel terreno durante años. Avanzó, de todos modos, en línea recta, vislumbrando ocasionalmente aquella figura vestida de negro que había visto avanzar en la lejanía desde hacía días. Al principio no había sabido cómo interpretarlo. ¿Quién tendría interés en internarse en su reino, cubierto de hielo desde que los antecesores de los actuales habitantes de reinos colindantes tenían memoria? No dudaba de que alguno lo hubiera intentado, pero sabía que nadie había llegado tan lejos en su camino, tan cerca a él.
La respuesta lógica era, pues, que quien fuese venía a recuperar aquello que él había robado. No era la dueña de las flores, de eso estaba seguro, él mismo sabía lo que se sentía, o más bien lo que no se sentía, estando vacío por dentro y, desde luego, no era ansia ni interés por recobrar lo perdido. Cuando lo tuvo lo suficientemente cerca, se estremeció al reconocer al hijo, el muchacho que lo había hecho recordar a Kai.
Lo vio tropezar, caer y volver a levantarse en numerosas ocasiones, mostrando una tenacidad y constancia titánicas, quizá producto de la desesperación hasta que, en plena subida hasta el castillo había desaparecido repentinamente. Apuró la marcha hacia el punto en el que había dejado de verlo y el viento cargado de nieve transportó sus palabras de aliento. Notó encogérsele el corazón en lo que supuso que sería preocupación, agarrándose a su pecho como una pequeña porción de un miedo paralizador.
–Te he estado buscando tanto tiempo…
Lo encontró agarrado a un saliente de roca, exhausto y frío, con lágrimas congeladas alrededor de unos ojos que luchaban por mantenerse al menos entreabiertos y que se clavaron en los suyos como si estuviesen decidiendo qué clase de alucinación tenían delante.
Le dio una mano para se incorporara, se pasó su brazo por los hombros y lo ayudó a caminar sujetándolo por la cintura. Podría haber cargado con él, que le pareció excesivamente liviano, pero habría disminuido su equilibrio demasiado como para no caer en los recodos resbaladizos entre las rocas.