Flores
La mesa, como casi todo el mobiliario de aquel lugar, era de piedra. De piedra eran, evidentemente, las paredes, suelos y techos, pero también las mesas, las estanterías, las repisas, los bancos para sentarse… Víctor no creía que el aspecto de aquel sitio hubiese cambiado sustancialmente desde hacía mucho tiempo. Por fuera permanecía parcialmente cubierto de una generosa capa de hielo, y por dentro se apreciaban las marcas que los charcos del agua descongelada dejaban. Oía, en la lejanía, goteos del hielo que se deshacía lentamente.
–¿Y ahora, qué?
–No, no; sigue removiendo, que se te va a pegar –Víctor sintió la tentación de suplir el puesto del Príncipe ante los fogones, pero éste había expresado su intención de hacerlo él solo ya que, a fin de cuentas y aunque no deseado, Víctor era su invitado.
–Una vez que hierva todo un poco, lo retiras del fuego. Y ya está.
Con la temperatura creciente, el cargamento de comida que había recibido apenas unos días antes de su rescate había empezado a mostrar signos de prematura podredumbre, por lo que el Príncipe había decido hacer algo con toda la fruta a la vez. Víctor recordó las meriendas que le preparaba a su hermana, fuente de festines a los que los fines de semana se había solido unir su madre, complacida de la preferencia de sus hijos por una alimentación bastante sana.
El Príncipe revolvió con entusiasmo el puré de frutas que había resultado tras la primera cocción y triturado, de aspecto amarronado, hasta que empezaron a formarse burbujas de creciente tamaño, que al explotar en la superficie lanzaban pequeñas gotas de masa ardiente cada vez a más altura y distancia.
–Cuidado, no te quemes –Víctor repitió mecánicamente las palabras que con tanta frecuenta tanto él como su madre habían pronunciado en numerosas ocasiones en cuanto alguien se ponía frente al fuego, pero él se limitó a sonreír y, tras unos pocos segundos más, retiró la olla del fuego y colocó otra con agua.
La curiosidad del Príncipe por transformar aquellas cosas que, a su vez, ya se estaban transformando inevitablemente en otras, lo tenía perplejo; a él la cocina no le había generado nunca ningún interés especial.